Nunca me he rendido, no, nunca, jamás he abdicado. Lo que es mío es mío y lo que quiero lo quiero, lo busco, lo asecho, lo persigo, nunca lo espero. Hay del alma en pena que se postre entre mí y lo que es mío, pues en mi delirio persisto y el sueño nunca concilio, y mi espada nunca envaino ni me detengo ni descanso. Lo que es mío es mío y lo que yo quiera será mío. Si alguna vez lo quise, mío ha de ser, aunque sea por un instante lo debo poseer, aunque mi hambre me destruya y mi anhelo me rehúya, lo voy a tener, por un segundo en mi haber, incluso si es mi destino no volverlo a ver.

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