Los implicados habituales de las hazañas de Juan David Berrio quizá tengan una impresión de su carácter y costumbres que, aunque refleje la verdad y, por supuesto, nada más que la verdad, se quede un poco corta, en su composición, respecto a toda la verdad en el conjunto de sus aspectos gloriosos.

Y ello se debe a razones evidentes. Hay que corregir, seleccionar, armonizar lo interesante con lo importante y prescindir de todas las descripciones tediosas.

Como ésta, por ejemplo: Juan David se vio sin dinero por un retraso en la consignación de su sueldo, y así, en medio de una ciudad de lo más agradable y en vista del problema de estar a más de 30 kilómetros de su casa, él suspiró y se sentó en la banca de un parque poco concurrido, ahí sentado mirando al cielo, esperó a que se disparara algún evento automático como si de un videojuego se tratase.

Esperó casi una hora antes de cambiarse a una banca diferente, no más cómoda, pero si diferente, lo diferente es bueno.

Casi una hora después alguien se sentó a su lado y sin mediar palabra le regalo dos mil pesos en un billete arrugado y viejo.

Él esperó casi una hora más y se marchó.

Contar una historia así es una estupidez. Así no avanza la acción. Es válido para los libros gordos con los que prospera el mercado colombiano, pero que en realidad no llevan a ninguna parte. Resumiendo, no interesan.

Pero también hay omisiones, aparte del billete de dos mil y de la búsqueda de una banca diferente, en los que algunos han mostrado un desmesurado interés.

- ¿En qué termino el asunto de Juan y Claudia, que tan bien parecía marchar?

A eso, por supuesto, hay que responder: No les importa, carajo.

Y que paso con aquella chica… Laura

Por ese lado hay que aclarar: Murió. Sabemos que no es una salida glamurosa para ese personaje y que podríamos haberlo explotado más en la historia, pero así son las cosas, la gente se muere porque tiene que morirse o porque se nos acaba el presupuesto para pagar nuevos actores.

O para poner un ejemplo más concreto, que pasó la noche de la fiesta de año nuevo, cuando Juan se encontró sentado en la falda de una carretera tratando de distinguir el humo de la pólvora entre las nubes en compañía de una hermosa joven llamada María, que recientemente había escapado de pasarse todas las vacaciones con sus padres en Santa Elena. La respuesta es, por supuesto, que el año se terminó.

Y la historia no continua hasta cinco meses después, y eso, según algunos, es llevar la discreción demasiado lejos. ¿Quién es ese Juan David Berrio? ¿Es que no le interesan más que el trabajo y las cuestiones más relevantes de la vida? ¿Es que no tiene espíritu? ¿No tiene pasiones? Para decirlo con pocas palabras, ¿Es que no folla?

Los que deseen saberlo, que sigan involucrados. Los que quieran saltárselo o no les importe en absoluto, quizá deban pasar a la parte de la historia en que Juan muere, que, entre otras cosas en un capítulo muy interesante, hay robots y toda la cosa.

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