En los segundos de un reloj detenido

Hay historias que merecen contarse solo porque seria una injusticia dejarlas caer en el olvido. Historias con una carga tan grande de mentiras, incongruencias, inverosimilitudes e injusticias que son un vivo retrato de la mente humana moderna, y por tanto merecen preservarse como resumen de nuestra existencia. Pues bien la historia que os contare ahora es una de estas, tan curiosas que quizás hubiera aparecido en los periódicos más importantes de las ciudades más interesantes de no ser porque los que estuvieron allí fingen haber olvidado todo al respecto por miedo a ser recordados.

Aquella noche, se reunieron un grupo muy variado de personas, en que algunos tenían mas dinero que alma y otros mas talentos que conciencia, para celebrar entre mentiras y verdades la triste partida de uno de los suyos y la feliz llegada, consecuencia lógica, de su legado monetario.

El difunto en cuestión era un viejo amigo mió, medio padre medio hermano, pero no le prestéis atención a este hecho menor por ahora. El punto es que fue un gran tipo, no demasiado olvidadizo para ir al cielo pero tampoco lo suficientemente atento para ir al infierno, pero dejémoslo en su tumba y concentrémonos en lo importante, su dinero, que esa noche pasaría de manos. Era suficiente fortuna como para mantener cómodamente a veinte personas durante toda su vida, sin embargo en la lista de herederos solo figuraban cinco nombres, seis si contaban el mió que por no estar allí, figuraba claramente.

Al fin había llegado el momento de repartir la herencia, todo había quedado registrado en cinco tomos de papelería con todas las propiedades, las sumas y los nombres correspondientes dentro de un maletín negro que el abogado de la familia sostenía abierto frente al grupo de personas, que lo miraban, claro está, con un interés casi humano. 

Nunca me ha gustado llamar la atención, pero debía hacer algo de suma importancia esa noche y requería dirigirme a esas personas para ello. Así que cuando un muchacho joven con sonrisa brillante se acerco al maletín con la mano extendida; por primera vez en más de 55 años oí mi voz diciendo:
-Realmente a mi forma de ver las cosas, nos han robado.

En ese momento y por un algunos segundos la habitación se detuvo por completo, la mano del joven de sonrisa brillante, la respiración de los presentes e incluso el reloj pareció quedarse estático. Al pasar esos segundos las cabezas de los presentes volvieron a moverse en perfecta armonía girando hacia mí con una mezcla de miedo, indignación y gran sorpresa.
Mi apariencia es un poco lastimera a decir verdad por tantas noches que he dormido en la calle pero en mi cabeza yo sabia que estas personas estaban en tal estado de perplejidad porque, aparte de mi aparición repentina, había dicho la palabra “robado”, seis letras que juntas evocaban sus mayores miedos.

Había miles de preguntas que deberían hacerse y hacerme en ese momento, pero la más importante para todos fue la primera en salir a la superficie...

-¿Como que robado?-dijo una voz desde algún punto que yo no podía ver.
-Un testamento lega todo lo que la persona tenía a sus sucesores, pero en ese maletín no esta todo lo que el difunto les quería dejar, mas no se preocupen.-dije mientras miraba el reloj que por alguna razón seguía parado-no se trata del dinero, tranquilos.

Con este punto claro y luego de un suspiro colectivo ya podían venir las preguntas usuales, lo curioso es que el mas atosigado no fui yo, si no el abogado…
-¿Eso es cierto abogado?
-imposible, cada propiedad está declarada en estos papeles.
-¿Esta seguro?
-lo revise personalmente.
-¿Y quién es este hombre?
-No lo sé y estoy seguro que no esta en la lista de invitados
-¿Hay algo que olvidara mencionar o hacer?
-en absoluto.
-si descubro que algo falta…
-¡nada falta, y apostaría mi reputación en ello!
-trato hecho
-¿Usted hizo la lista de invitados?
-Sí, pero le aseguro que este hombre no estaba en ella.
-Pensé que esta reunión era un secreto
-Lo es, solo los parientes involucrados saben de ella.
-¡Pues ciertamente, el no es un pariente involucrado!

Ahora era mi turno de responder…

-¿Y usted quién es?
-Realmente no estoy seguro
-¿Qué significa eso?
-Que no podría explicarlo satisfactoriamente
-¿Que hace aquí?
-Yo vivía aquí
-Pero ahora, señor, es propiedad privada.
-Aun no, el dueño esta muerto así que técnicamente hablando todos somos invasores en una casa abandonada.
-¡Esta casa me pertenece!- dijo el joven de sonrisa brillante
-No, esta casa es de tu hermano, el joven de cabello rubio.
-¿Cómo puede usted saber eso?
-Leí el testamento hace como media hora.
-Esa información solo le interesa a los parientes del difunto...
-En realidad estoy emparentado con el difunto de algún modo.-dije acercándome lentamente a la multitud y al maletín negro más específicamente

De nuevo todos me miraron lentamente pero la pregunta que harían se tornaba tan obvia que la respondí antes de que la formularan.

-Se puede decir que soy su hijo y también su medio hermano, pero antes de que penséis mal de la abuela déjenme aclarároslo. Fue cuando el difunto tenía alrededor de16 años, muy joven para tomar sus propias decisiones pero muy maduro para depender de otros, todo un dilema. Por aquel tiempo vivía en la gran casa de su padrastro, un hombre completamente apegado a las reglas, muy estricta e inflexible. Muchas veces recibió palizas de su parte por todo tipo de desobediencias, tanto que en poco tiempo creció dentro del difunto un gran odio hacia su padrastro. El odio no es una buena guía para un hombre joven, se pega a sus más profundos sueños y deseos evolucionando lentamente con ellos.

De no ser por su madre, no sabría deciros que habría pasado, ella era una mujer tierna y amable, de buen corazón y gran intelecto, que se pasaba las tardes calurosas brindándole al difunto todo su cariño, mitigando lentamente sus deseos de venganza. Solo ella era el calor de su frió corazón, solo ella era su vida y su felicidad. Hasta aquel fatídico día en que al entrar a la sala la hallo muerta, con su vestido blanco manchado de sangre, tendida fría e inmóvil simbolizando lo que para el difunto seria el resto de su vida.

Solo había una explicación posible para aquello, y esa explicación se acerco a él lentamente y posando su mano manchada de sangre sobre el hombro de su hijo exclamo:

-Olvida.

El odio se apodero del difunto, le brotaron las lagrimas y se le ennegreció por completo el corazón. Al fin sabia que hacer, iba a matar a su padrastro o para siempre viviría con rabia en su alma, ¿pero cómo? No podía hacerlo sin ayuda y aunque lo hiciera luego no podría soportarlo por sí solo.

Fue entonces cuando yo nací…

…Y noches más tarde, entre ambos tomamos un cuchillo y nos dirigimos a los aposentos de mi abuelo putativo y padrastro. La muerte le llego tan veloz que aun hoy me pregunto si antes de morir habrá sabido quienes fueron su asesinos o por lo menos cual fue el motivo de su muerte. Por último, el difunto, que en paz descanse, escondió cuidadosamente el cuerpo, el puñal, mi existencia y su oscuro secreto por el resto de su vida. Sin embargo el no siguió el único consejo sabio que recibió de su padrastro, y murió sin olvidarme, dejándome aquí para siempre.

-Ahora es necesario que yo haga algo por nuestros años de amistad y en venganza por su abandono- dije finalmente
-¿Q..Que es eso?- preguntaron los ojos de mi publico temerosamente.
-Vengo a tomar lo que es mío de todo esto, ¿entendéis?.
-¡Usted no está en el testamento! – exclamo el abogado.
-Técnicamente si, como yo no existo, no tengo nombre, así que cualquier espacio en blanco en la lista de herederos cuenta como mi nombre, además soy el único que cumple los requisitos- dije, para leer en voz alta en voz alta mi copia del testamento
“…como mi única condición, solo heredara quien sepa mi nombre completo”

-Claro que por desgracia, el nunca menciono su apellido por el odio que sentía hacia su padre y para molestaros quizás. No obstante pudieron habérselo preguntado hace mucho, claro no se molestaron, ¿cierto?

Camine hacia el maletín y muchos trataron de detenerme, pero ser imaginario ayuda mucho en este tipo de cosas. Tome el maletín con calma mientras el abogado, ahora sin reputación, releía frenéticamente esa diminuta frase en su copia del testamento.

-Ahora entienden porque nos habían robado, pero ahora ustedes tienen la verdad, que es lo que se merecen y yo tengo mi parte del botín como cómplice del asesinato que es lo que me merezco, Pero les dejare un último consejo y espero les sea útil,…

…no olviden.

Y luego de haberme ido el reloj volvió a funcionar.

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